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Los Borbones al descubierto

Los Borbones al descubierto

Aunque pueda parecer el titular de una jugosa, a la par que morbosa, exclusiva, de esas que abundan en los programas que antaño se limitaban a una franja horaria tardía y que en la actualidad inundan nuestras pantallas televisivas en todo momento, esos que alegre y patéticamente destapan —o inventan— las miserias de los que han decidido convertir su vida en una caja registradora, se trata en realidad de algo bien distinto: la manifestación gráfica de «la más terrible sátira nunca hecha contra el poder», según reza en el prólogo de Los Borbones en pelota. Bajo este título se agrupan unas noventa láminas eróticas —algunas de ellas constituyen un claro desafío a los límites de la pornografía— pintadas a la acuarela que caricaturizan a figuras públicas durante el reinado de Isabel II (conocido como «la corte de los milagros») y que se hacen eco de los convulsos acontecimientos acaecidos en el territorio nacional en la segunda mitad del siglo xix. La propia reina no escapa al escarnio: es la estrella indiscutible en numerosas de estas estampas que ridiculizan sus hazañas sexuales y políticas. Las ilustraciones llevan la firma de SEM, un seudónimo atribuido a varios artistas. Unos han creído ver que bajo dicho alias se ocultan los hermanos Bécquer: Gustavo Adolfo, el poeta, y Valeriano, el dibujante e ilustrador. El primero sería el autor de los textos que acompañan los dibujos elaborados por el segundo. Otros, en cambio, señalan como creador de las parodias a Francisco Ortego, pintor y humorista gráfico cuyas posiciones políticas republicanas y liberales le conducen al exilio en Francia en 1871. Lo más probable es que los tres artistas contribuyeran en mayor o menor medida a la empresa. Dejando a un lado las especulaciones en cuanto a su autoría, Borbones, que ve la luz en Gil Blas (1864-1872), la revista satírica fundada por los maestros de la ironía y la burla Manuel del Palacio y Luis Rivera, plasma la tensión de la España decimonónica y la incompetencia de los políticos y los miembros de la corte, rendidos a la buena vida, y denuncia la situación que se vive en el entorno palaciego en los años previos a La Gloriosa, la revolución que precipitó el final de la época isabelina en el otoño de 1868.

Los dibujos no dejan indiferente a quien los contempla, quizá por las ideas preconcebidas sobre Bécquer (si en verdad él es uno de los artífices de la colección) que se puedan albergar. Más allá del contenido erótico, rebosan crítica política que, sin ningún pudor ni recato, se articula por medio de personajes populares que se entregan con entusiasmo a los placeres más carnales. Nos muestran escenas orgiásticas, onanistas y zoofílicas. Por ellos desfilan, entre otros, Luis González Bravo, primer ministro del Gobierno y creador de la Guardia Civil; Napoleón III, rey de Francia; el padre (Antonio María) Claret, el confesor de palacio; sor Patrocinio, «la monja de las llagas», que ejerce una gran influencia en la voluntad de la soberana; Carlos Marfori, a la sazón amante de la reina; Francisco de Asís, el consorte real, al que el pueblo llama «Paquita natillas»; un joven Alfonso XII, futuro rey de España; la infanta Isabel. Hay, no obstante, una protagonista indiscutible, Isabel II, que —desnuda o escasamente cubierta y en actitud procaz— baila, se divierte y se entrega a una amplia variedad de actos sexuales con distintos hombres, mujeres y animales, mientras su desventurado y humillado esposo asiste contemplativo.

Escasea la información acerca de la circulación y periodicidad de Borbones. Las láminas dejan de publicarse en 1869, unos meses después del triunfo de la revolución. Una cosa parece segura: nunca la agitada vida social (y sexual) de un monarca español ha tenido tal cobertura en la prensa y ha sido objeto de tal mofa y ensañamiento.

fuente:

http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/febrero_11/24022011_02.htm

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