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¿Hay vida después de la muerte?

¿Hay vida después de la muerte?

Evidentemente, no. Todos sabemos a qué se refieren con esta pregunta, y hay que ser un estúpido para tragarse que tras la muerte personal, la conciencia puede sobrevivir sin cerebro, sin sangre y sin bocadillo de tortilla. Pero así son las cosas, la gente se ilusiona con la más absurda chorrada: la inmortalidad.

 
Claro, pensaréis que el alma puede estar por ahí revoloteando en un universo kármico, en el nirvana... Por pensar… Pues no. Hay un argumento irrebatible.
 
Posibles e imposibles paraísos se han inventado de todos los colores. Y solo uno puede ser cierto según comentan los religiosos. Por tanto, imaginad a un protestante americano, un hombre de negocios, la palma. Entonces coge su alma y vuela al Cielo, ¿y qué se encuentra? Al jodido barquero Caronte diciéndole que si quiere atravesar el Estigia para llegar al Hades, ha de pagar un óbolo, y que no acepta la VISA... Un gringo no se quedaría quieto. Ese se da media vuelta, vuelve a la Tierra como sea y planta un pleito en los tribunales contra su Iglesia Bautista por cien mil millones de dólares. Menudos son los americanos con eso de los juicios.
 
Y si pasase que el Cielo cristiano fuese verídico, imaginad la que liaría el vikingo que llegase a las puertas de San Pedro, y le explicase que ni hidromiel, ni valkirias, ni banquete de los dioses. Que lo que hay es la Virgencita de Guadalupe. Hala, a coger la lira sin tener ni puta idea de música y a alabar al Señor. Pues el vikingo formaría el cacao y volvería a avisar a los colegas y a abrir unos cráneos, seguro. Yo lo haría.
 
O imaginad a la monjita Teresa de Calcuta, que llega al paraíso y le da Mahoma el uniforme de las huríes… Imposible que se sometiese a esa afrenta. Volaría rauda a coger del pescuezo al Papa.
 
¿Veis por ahí algún alma cabreada asegurando que estaba equivocada, y que en realidad Dios es La Gran Marmota? No. Luego eso del paraíso no existe, ni hay otra vida por ahí.
 
Por eso, los más ambiguos hablan de que hay algo, de que se ve a una luz, de que unas figuras te esperan, que se adquiere una gran sabiduría en el momento de la muerte (1)… Lo más seguro es que los vendedores de libros se lo hayan inventado todo, porque es difícil creer que un estudioso haya sido capaz de encontrar a cien personas que hayan resucitado de una parada y se acuerden de algo. Porque los que hemos padecido  ese choque de la muerte, tenemos al respecto..., una deliciosa amnesia.
 
De la vida a la nada. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
 
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NOTA
 
(1) El momento de la muerte, es el momento más estúpido que se me ocurre para volverme sabio.
fuente:
http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/16863

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