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Copiar no es robar

Nina Paley, autora del celebérrimo ‘Copiar no es robar‘, demuestra en este vídeo que la cultura humana es, por definición, derivativa: que todo lo que hacemos con nuestra mente tiene su origen en otras mentes anteriores. Durante muchos milenios las obras de la mente y su regulación legal han reconocido esta verdad evidente. Sólo desde el siglo XVIII nos hemos embarcado en un peligroso experimento, que es el de considerar a las ideas como una propiedad. De hecho durante varios siglos esta idea ha funcionado, y lo ha hecho bien y sin causar excesivos problemas, sobre todo porque la tecnología hacía imposible sobreextenderla y hacerla absoluta: era casi imposible patrullar sólo los textos publicados para detectar un párrafo plagiado, no digamos las pinturas buscando una clara inspiración o un homenaje. Si la llamada (impropiamente) ‘propiedad’ intelectual ha enriquecido a la sociedad ha sido por las imperfecciones intrínsecas a su aplicación, que han hecho posible que la cultura sobreviva soslayándola.

Cualquier regulación para preservar la ‘propiedad’ intelectual que permita, en conjunción con la tecnología, controlar la distribución hasta amenazar el trabajo derivativo es una amenaza a la esencia de la cultura. El experimento de transformar en propiedades las ideas puede, si se lleva al límite, acabar destruyendo la cultura. Es imperativo que las leyes futuras sobre este tema permitan a aquellos que lo deseen resaltar la continuidad derivativa del esfuerzo cultural. Quien quiera cerrar sus creaciones a piedra y lodo, que las cierre; de esa forma quedará aislado del flujo, del toma y daca que es el conocimiento humano, y su aportación desaparecerá en la nada. ¿Qué habría sido de Shakespeare o Cervantes como iconos culturales si sus obras hubiesen estado cerradas y no hubiesen podido influenciar a generaciones de artistas y literatos posteriores? Éso es lo que el peligroso experimento de la ‘propiedad’ intelectual puede acabar descubriendo. Será responsabilidad de los gobiernos y los Parlamentos evitar que la cultura misma, que es propiedad de todos, sea arrastrada al abismo por quienes no reconocen sus mecanismos básicos. Uno de los cuales es la derivación: la copia con modificación y adaptación.

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